ARQUITECTURA

La historia detrás de las magníficas Torres Blancas en Madrid

Una obra del siglo XX que simula ser un árbol que se integra perfectamente con la ciudad.

En plena Avenida América se levanta un edificio que sorprende a quien circule por la zona. Se trata de Torres Blancas, uno de los mejores ejemplos de arquitectura organicista realizada con hormigón.

Torres Blancas es el fruto del encuentro de dos voluntades férreas: la del constructor José Huarte, empeñado en construir una gran torres a la entrada de Madrid como símbolo de su poder, y la de Francisco Javier Sáenz de Oiza, que quiso crear un revulsivo a la arquitectura residencial de la época recurriendo al lenguaje brutalista que se extendía por toda Europa en los años sesenta.

La obra fue convida como un  árbol, con balcones semicirculares a modo de hojas colgando de las ramas.

Un poco de su historia

Fue diseñado en 1961, pero la obra se terminó de construir en 1969. Es recordada como una de las estructuras de hormigón más complicadas e innovadoras de la época.

Sáenz de Oiza quiso otorgar expresividad a la torre desde sus fachadas sustituyendo el método estructural de pilares y vigas asociado al movimiento moderno por muros portantes.

La crudeza del hormigón exterior es moderado por el uso de pantallas de filigrana de madera en los balcones, que varían en su posición relativa en la cara de la fachada exterior.

Torres Blancas fue el segundo encargo de Huarte al arquitecto navarro tras la tienda de mobiliario de oficina Hache Muebles. Ambos se conocieron a través del escultor Jorge Oteiza, con quien Sáenz de Oiza trabajó a principios de los años 50 en otra de sus obras más reconocidas, el santuario de Aránzazu en Guipúzcoa. El empresario acabaría por convertirse en mecenas del arquitecto y le encargaría más trabajos, entre ellos la Casa Huarte en Pollença (Mallorca).

El proyecto debe su nombre a dos detalles: el edificio originalmente sería el primero de un par de torres de uso mixto en el distrito madrileño de Chamartín; y la fachada inicialmente iba a ser revestida de mármol blanco. Aunque otras fuentes señalan que en realidad el blanco tenía otro sentido: Huarte leía mucho a San Juan de la Cruz y quería unas torres “blancas” en el sentido de pureza constructiva, de mostrar el hormigón como era y no desvirtuarlo tapándolo con pintura.

El edificio, de 21 pisos y 80 metros de altura, comprende viviendas y, en los últimos niveles, una sala de exposiciones, conferencias, una cafetería, espacios comerciales y una piscina en la cubierta.

El encargo comprende un programa de uso mixto: sobre 21 pisos destinados a viviendas de lujo, los últimos niveles están destinados a una sala de exposiciones, conferencias, una cafetería, espacios comerciales y una piscina en la cubierta.

Para resaltar la fuerza y la belleza inherente del hormigón, Sáenz de Oiza eligió una forma que se asemejara a los patrones de crecimiento orgánico de los árboles: los volúmenes principales son concebidos a través de formas cilíndricas que se nacen de pequeñas formas circulares. El aspecto orgánico también se traslada a los interiores, dominados por líneas sinuosas

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