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Inversión inmobiliaria: el campo argentino de moda

Compras de oportunidades, cobertura o en vistas a lo que está por venir estabilizaron sus precios. Ahora, el agro local y externo aguarda el avance de las medidas del nuevo Gobierno.

Ante la creciente inflación y la depreciación del peso, las compras de campos cobraron fuerza en el país pues inversores de todo tipo y tamaño las consideraron como refugio de valor; esta tendencia se observó desde el primer semestre del 2023 y frenó la baja de los precios, recién perdió vigor tras la asunción del presidente Javier Milei a la espera de medidas concretas para el sector.

Solo 12% del suelo terrestre es apto para el cultivo. Y la Argentina posee 20% de esa superficie. Por ello para los argentinos, la tierra fue, es y será, junto con los ladrillos, un vehículo para resguardar capital; sobre todo, en épocas de crisis.

El segundo semestre de 2022 terminó complicado desde el punto de vistas económico y también del político. Después se sumó la sequía. Sin embargo, el interés por los lotes agroganaderos se activó en la primera mitad de este año. Esto respondió un poco a operaciones de cobertura y otro tanto para aprovechar oportunidades más que atractivas.    

Históricamente, en los años electorales el inversor muestra cautela. Más cuando se da un recambio presidencial. Unos meses antes de las elecciones, el mercado se ralentiza. Pero no fue así en esta oportunidad. Se vislumbraba un cambio de signo político.

En los meses previos y posteriores a las PASO, inversionistas domésticos y contados externos pululaban por esta plaza. Incluso, con mayor o menor intensidad, se mantuvieron activos a pesar de los resultados sorpresivos de las tres votaciones.

Una vez que ganó Milei, se cristalizaron las expectativas de cambio. Generó, sin embargo, dudas sobre cómo ejecutaría todo lo anunciado por el entonces candidato presidencial.

Según los analistas, los campos son comparables al oro en términos financieros. Aunque no solo se gana por diferencia de cotización con ellos. Permiten desdoblar la transacción sea alquilándolos o por medio de la producción agropecuaria.

En la actualidad, la Argentina cuenta con las tierras más baratas del mundo. En cambio, a nivel internacional se revalorizaron alrededor de 1.000% en dólares en algo más de 30 años.

Fuente: Google.

Hoy por hoy, un campo en Mato Grosso se cotiza en 38.000 o 40.000 dólares la hectárea, cuando los domésticos en áreas de alta productividad oscilan entre 17.000 o 22.000 dólares. Lógicamente, la presión fiscal y las retenciones restan rentabilidad. Pero con lo que se compra una hectárea en Brasil acá se compran dos.

La suma de esos factores hace que la Argentina cuente internacional con la tierra más barata en relación a su calidad. Y este hecho fue detectado por los ruralistas de distintos puntos del planeta.

La  excelencia de la Pampa Húmeda se basa tanto en su clima como en la calidad de sus suelos. Del 2004 al 2008, l agro registró un buen período con la soja a niveles de 600 dólares. Se suscitó entonces mucho movimiento en la actividad. Incluso, se expandió al Norte: Salta, Santiago del Estero y Formosa. 

En 2022, la guerra entre Rusia y Ucrania, la suba de los commodities, la caída del 30% de la bolsa estadounidense y una buena campaña 2021-2022 incrementaron el interés por estos inmuebles. Poco después, renunció el ministro de Economía Martín Guzmán. Casi de inmediato, se desató la sequía. Ambos factores le restaron fuerza a este flujo comprador.

Cabe destacar que las tierras más demandadas son las de la zona núcleo de la Pampa Húmeda. Se destacan por sus características productivas a escala global.  Está compuesta por el sur de Santa Fe, este de Córdoba y norte de Buenos Aires.

Terrenos aptos para la cosecha de trigo está en el orden de los 2.200 dólares la hectárea. En el este de La Pampa, donde se encuentran localidades como Bernasconi o Jacinto Arauz, es la franja donde se puede obtener la mejor relación inversión- tierra. Mientras en Córdoba, la oferta es casi nula.   

La seca

Aunque fue un evento negativo para la producción, la sequía ayudó a la revalorización. A diferencia del 2000, el productor no tenía hipotecado su campo ante la falta de crédito. No existía, entonces, urgencia para vender tierras para cubrir gastos o por estar endeudado. Este comportamiento fortaleció los precios.  

El 70% de estos terrenos se destinan al cultivo de granos. De hecho la seca empujó la demanda de alquiler para ganado en búsqueda de pastizales para los animales.

También, los inversores nacionales rumbearon hacia las naciones vecinas. De ese modo diversificaron su capital ante el enrarecimiento del tipo de cambio y una inflación creciente. Uruguay, Paraguay y Brasil captaron su interés.

Fuente: Forbes.

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