CURIOSIDADES

Conocé la vida del duque de Edimburgo a través de sus casas

De casas palaciegas a una cesta de fruta en la que dormir, la trepidante vida de Felipe.

La vida del  duque de Edimburgo estuvo marcada por las guerras, el exilio, su mujer, Isabel II, y alguna que otra teoría conspirativa.

Antes de ostentar este título fue el joven Felipe de Grecia, hijo del príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, el cuarto hijo del rey Jorge I de Grecia y de la gran duquesa Olga de Rusia. Si hay un sitio perfecto para comenzar tu vida, este sin duda es donde él lo hizo, en la mansión Mon Repós en la isla de Corfú, que no es sino un palacio neoclásico obra del arquitecto inglés Sir George Whitmore y donde el rey emérito visitaba también a Sofía de Grecia. Amantes de las casas con historia, se puede visitar, que hoy es un museo.

Cuando su tío Constantino de Grecia tuvo que abdicar en 1922 se temió por la vida de su padre, el Príncipe Andrés. En un buque de guerra, escapó con su hijo Felipe en una cuna hecha con una caja de frutas y comenzó su exilio en París, donde la familia se alojó en un lujoso piso prestado por Marie Bonaparte.  De allí a Londres, donde le acogió su tío Lord Louis Mountbatten, en el palacio de Kensington.

Y desde aquí comenzó su periplo por las mejores escuelas. Primero en la alemana Schule Schloss Salem que cambió por la Gordonstoun School en Escocia, con la ascensión del nacismo. Esta escuela palacio nos dejó numerosas imágenes del joven príncipe haciendo deporte, teatro (abajo caracterizado para interpretar en Macbeth y gastando bromas a sus compañeros, hábitos que no cambió jamás, pero que trasladó a la aristocracia).

Cuando finalizó su formación en 1939 se unió a la Marina Real británica y participó en la II Guerra Mundial en la Batalla de Creta y en la del Cabo Matapán. En 1942 fue ascendido a teniente, siendo uno de los más jóvenes. En la invasión aliada de Sicilia salvó su nave de un bombardeo y estuvo presente en la Bahía de Tokio cuando se firmó la rendición japonesa. En 1946 regresaba a casa convertido en instructor al HMS Royal Arthur, la Escuela de Suboficiales en Corsham y al año siguiente se casó con la Princesa Isabel, motivo por el que tuvo que renunciar a su fe religiosa, título de Príncipe de Grecia y Dinamarca pero recibió otros, duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich. Y una vez su mujer se convirtió en reina, en 1957 le nombró Príncipe del Reino Unido.

De todas las residencias que poseen la favorita del matrimonio era Balmoral, donde se retiraban de julio a octubre. “Paseos, picnics, perros —muchos perros, siempre hay perros— y gente entrando y saliendo todo el tiempo. Es una base encantadora para la abuela y el abuelo, para que vayamos a verlos allí arriba, donde solo hay espacio para respirar y correr”, así lo define la princesa Eugenia de York en el documental Our Queen at Ninety. Una propiedad que junto a Sandringham House, en Norfolk, y donde pasan las navidades entre cuadros de Goya, en estos casos no pertenecen a la corona, sino que son propiedad privada de la reina. Si la primera posee una hacienda de 20.000 hectáreas, que junto al palacio incluye otras 150 construcciones dedicados a empleados, pero también hay otros en alquiler o ocupados por una destilería. La segunda, tiene un terreno de 8.000 hectáreas de las cuales, 240 están dedicadas a sus jardines.

Su otro hogar siempre fue Windsor, el más grande del mundo ocupado como residencia, y donde falleció el duque. Una fortaleza de origen medieval que comenzó a levantarse en el siglo XI, en su interior, se incluyen los apartamentos de estado que conservan piezas de estilo gótico, rococó y jacobino. Unos dicen que son espacios aburridos, otros, como el historiador del arte Hugh Roberts lo definen como “una secuencia magnífica e inigualable de habitaciones, ampliamente reconocidas como la mejor y más completa expresión del gusto georgiano tardío”. De cualquier modo, es una cima de la arquitectura del medieveo británico con una de las colecciones de arte más impresionantes del mundo, sobre todo cuando las descubrimos tras su incendio en 1992. En sus paredes colgaban 7000 pinturas, 40000 acuarelas y cerca de 150000 grabados firmados por Van Dyck, Orazio Gentileschi, Tiziano y Lorenzo Lotto y Parmigianino y Gerrit Dou. El 16 de marzo fue dado de alta tras una intervención en el corazón y se refugió aquí hasta que falleció.

 

 

 

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