CURIOSIDADES

La vida nocturna que marcó una época en Mendoza

La noticia sobre la venta del boliche ‘Al Diablo’, uno de los sitios nocturnos emblemáticos de la provincia, sin dudas, invita a recordar aquellas épocas memoriosas de los famosos “templos”, que se convirtieron en íconos de la diversión nocturna.

Aquella etapa adolescente, invadida por la nostalgia y buenos recuerdos, vuelve a aflorar, tras este tipo de noticias.  Los años 80 y 90 fueron aquella “época dorada”, marcada por la música de moda, que invitaba a bailar hasta el amanecer.

Es por eso que, en la actualidad, recordamos aquellos lugares bailables con mucha alegría. Su diseño arquitectónico, los colores, su interior y exterior, casas antiguas, sus patios y los mitos que se escondían detrás de cada uno.

¿Quién no caminó desde Target hasta Cemento, pasando por Sketch, Alquimia, Aloha, Let´s Go, Runner y Al Diablo?. Desde Blog inmobiliario, accedimos a pequeñas entrevistas con aquellas generaciones que recorrieron distancias hasta encontrar el sitio que más les gustaba y con el que se identificaban en ese momento.

“Era casi un ritual de cada fin de semana. Bajarnos de la traffic en un boliche, tantear el terreno, y si no nos convencía del todo, seguíamos camino hasta ingresar en el sitio adecuado. Que después, se convertía en un templo y en el que teníamos asistencia perfecta todos los sábados”, asegura Sofía, una fiel cliente de los boliches de Chacras.

“Además, recuerdo cuando buscábamos, días antes, los ´free pass’, con los famosos tarjeteros”, cuenta Mariano, otro consumidor de aquella época bailable.

Tragos, hitazos y espectáculos

Para las actuales generaciones, ir al boliche quedó en el pasado. Los de veinte años tienen recuerdos más frescos; los de treinta ya se “olvidan”, los de cuarenta prefieren “no recordar” y, los de cincuenta, hacen el viaje en el tiempo para rememorar viejas épocas.

Las promociones para ingresar a las pistas variaban, incluso en algunos boliches “se entraba por pareja hasta las 2 am, entonces se armaba la fila y buscabas la chica que te hiciera el aguante para entrar con ella”, recordó Nicolás con nostalgia. Si más tarde tenías la suerte de ser correspondido, “pedías el número de teléfono fijo y te lo anotaban en el brazo o hasta llevabas libretitas chiquititas que se doblaban para anotar el teléfono”.

Una vez dentro, la diversión era asegurada. Los tragos más pedidos de esa época fueron ginebra, fernet, whisky y cerveza. Algunos todavía extrañan la cerveza de un litro a un peso, una damajuana a $2,50 o el fernet por $5.

Incluso, hubo momentos en los que se hacía mucha más mezcla y con más alcohol, como los inolvidables Séptimo Regimiento, Llamarada Moe, Esperma de Pitufo y Corazón de Indio.

La oferta de locales bailables en Mendoza siempre fue amplia, sobre todo desde la década del 80′, cuando los boliches se convirtieron en espacios de explosión cultural y sinónimo de libertad. 

Algunos, se convirtieron en verdaderos templos, otros, en un viaje emocional. Sin dudas, fueron lugares para bailar hasta el amanecer.

El éxito fue tan rotundo en algunos casos, que hasta se hablaban de ciertos mitos que se mantienen hasta el día de hoy. El más difundido, tal vez, es el de Nonquén, del que se decía que su dueño le habría vendido el alma al diablo a cambio del éxito del boliche. Un lugar caracterizado por su gran espacio, recibía entre 5.000 y 10.000 personas cada sábado.

Fuente: Google

Otro mito fue el del fantasma de La Chimere, donde cuentan que, en la enorme casa ubicada en El Algarrobal, una niña se tiró del tanque de agua que se encontraba en el jardín y desde ese día el espíritu deambula por la casa.

En la actualidad, la noche ya no es la misma. Hay muchas más restricciones, sumado a la situación económica. De una u otra manera, la época de oro de los boliches mendocinos quedó atrás.

El tiempo le ganó a algunos, que hoy yacen entre la vegetación y el olvido. Otros están ocupados por familias sin techo o se reconvirtieron en restaurantes, salones u otro tipo de servicios. Todavía hay de esos que siguen vigentes y dominando la escena, como El Santo, Runner, Cinerama y Aloha. Más allá del presente de cada uno, el pasado hizo su trabajo en la memoria de los mendocinos. Y es allí donde la magia sigue intacta.

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