De Luján al mundo: Bodega y Cavas de Weinert
Ubicada en el departamento de Luján de Cuyo, provincia de Mendoza, la Bodega y Cavas de Weinert, se ha convertido en uno de los polos más atractivos, reflejando en cada uno de sus vinos, el lugar de ensueño que alberga su composición.
Un poco de historia…
Bodega y Cavas de Weinert fue fundada en 1975 en Luján de Cuyo, Mendoza, por Don Bernardo C. Weinert, empresario brasileño de origen alemán, quien comienza a frecuentar Mendoza a principios de 1960.
Fascinado con el potencial de uvas de Argentina y notando que el país se dedicaba a producir vinos de masas a principios de los 70, comenzó a pensar en producir su propio vino, pero con un enfoque incondicional: que fueran vinos de alta calidad.
Por su cercanía con la familia Flichman, conoce al reconocido enólogo Don Raúl de la Mota (que en ese momento hacía el Corte del reconocido “Caballero de la Cepa”), y comenta con él estas ideas y su amor por la uva Malbec, una uva que en aquella época era considerada de segunda categoría y utilizada como uva tintera de cortes.
Es así como, en 1975, esas ideas se hicieron realidad y Don Bernardo Weinert compra una antigua bodega construida en 1890, de estilo neoclásico con influencias del manierismo italiano, con una cava subterránea y amplias naves de adobe y piedra.
Dos años llevaron para transformar la bodega en un ícono para la producción de vinos de alta gama, con la mejor tecnología de la época. La reconstrucción de la bodega hizo foco en la diversidad de vasijas para la vinificación de distintas fincas, parcelas y terroirs por separado.
Se construyeron piletas chicas de hormigón para la etapa de vinificación y se remodelaron las cavas subterráneas a 7 metros de profundidad para albergar 233 toneles de entre 2000 y 6000 litros para los períodos de crianza y guarda de los vinos orientados por la escuela tradicional europea de vinificación.
Su estilo arquitectónico
El tipo arquitectónico de las bodegas de esa época consistía en grandes volúmenes simples, cúbicos, cuyo interés estético y representativo, recaía en la fachada principal.
La bodega tiene una fachada clásica, palaciega, muy relacionada con los templos renacentistas del norte de Italia. Se oculta el perfil resultante del uso de cubiertas a dos aguas, construyendo un muro más alto, con remate horizontal, abriendo en el más puertas y ventanas, de donde surge un parecido con la arquitectura doméstica de envergadura.
De la misma forma que los palacios o villas renacentistas italianas, es modelo por su composición simétrica y el lenguaje de sus formas.
La articulación de los muros es por medio de arquerías de medio punto ciegas.
El neorenacimiento tuvo una amplia difusión en la arquitectura de la Revolución Industrial, probablemente por su geometría sencilla y lógica constructiva, apta para racionalizar la construcción. El ladrillo permitió desarrollar vistosas fachadas molduradas, que reflejan el magistral manejo de este mampuesto, poniendo en evidencia la participación de hábiles artesanos.
En los últimos 5 años se han orientado todas las acciones a la puesta en valor y optimización de todos los procesos dentro de la bodega (a través de inversiones en estructura, tecnología, refuncionalización, etc), pero manteniendo la arquitectura original de la bodega, tan valiosa como patrimonio histórico.
Características y pasiones.
Hay 3 elementos que caracterizan e identifican nuestro estilo de bodega, y que son transversales a todas las líneas de vinos que producimos. En primer lugar, nuestra pasión por elaborar vinos fieles a su terroir. Buscamos siempre la mejor forma de expresar las características de cada conjunto de suelo, clima, altitude y tipicidad variedad en la personalidad de cada vino.
De la misma forma, nos representa nuestro vínculo con la madera y el estudio de la misma. Es un elemento sumamente importante, ya que le damos protagonismo a la fruta, y al mismo tiempo le damos relevancia a la complejidad aromática que le aporta a los vinos el contacto con la madera.
Dentro de nuestra cava subterránea, tenemos diversidad de toneles de entre 2000 y 7500 litros de roble francés, proveniente de los bosques de Nancy, Allier y Vosge, y pipones de 500 litros, también de roble francés, a los que les damos distintos usos de acuerdo a los objetivos enológicos que perseguimos con cada línea.
El tercer elemento que embanderamos es el tiempo y el papel fundamental que ocupa en el estilo de vinos que producimos. Su importancia radica en el proceso de observación y selección de los viñedos para cada línea, el momento ideal para cosechar la uva de acuerdo a los objetivos enológicos que se persiguen, el tiempo para procesarla de forma de preservar sus cualidades, el tiempo de crianza y el estudio de la madera, entre otras variables.
Es por esto, que tenemos líneas de diferentes terroirs y estilos de vinificación, que responden a distintos tipos de consumidores: la línea Weinert está orientada a un consumidor clásico y elegante, sus vinos están elaborados con uvas de Luján de Cuyo y Maipú (Primera Zona de Mendoza), provenientes de viñedos de pie franco, de más de 60 años, con crianza en madera de roble francés y gran potencial de guarda. Por su parte, la línea Montfleury representa un perfil de consumidor contemporáneo, con uvas 100% del Valle de Uco, que son reflejo de toda su frescura y mineralidad. Por último, las líneas Pedro del Castillo y Pipone, son líneas de vinos frescos, jóvenes y frutados, muy competitivos para el mercado.
Esta diversidad es fundamental para lograr la complejidad y armonía de vinos al estilo Weinert. Hoy en día conviven en Weinert los métodos tradicionales y contemporáneos, entrelazando presente y pasado, y el desafío de prevalecer lo artístico sobre lo industrial, el respeto de la tierra como origen frente a lo manipulado.
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